Milénico, Vinos naturales en la Ribera Música a todo trapo, olor a vino y una perra montando guardia con cara de lista y ojos de haber visto más de una vendimia son las pistas que me llevan a Milénico, en San Martín de Rubiales. Vista desde fuera, la bodega es como una casa más de las del pueblo. La profesión va por dentro y les pillo en plena faena. En el interior de la casa, Juan Manuel me enseña orgulloso sus depósitos de no más de 3.000 litros, su pequeño parque de barricas y hasta su cámara de frío que para todo encuentra sitio. En una
La Cantamora, el embrujo de Pesquera Ya solo por el nombre dan ganas de conocerla. Y si añadimos que está en el mismo centro de Pesquera de Duero, la curiosidad es doble. La Cantamora es de esas bodegas familiares que llegan al alma y te hacen sentir parte de su historia. Historia de viticultores convertidos en bodegueros, orgullosos de su tierra y tremendamente acogedores. La visita a La Cantamora comienza con un original paseo por Pesquera en compañía de Julia, simpática embajadora de la villa y complemento de Blanca, Diego y María, los tres hermanos Repiso que tomaron el testigo de sus padres. Y acaba de la
Conde de San Cristóbal, nobleza obliga Oculta a miradas curiosas, Conde de San Cristóbal emerge como una joya escondida entre valles y suaves colinas. Rodeada de viñedo a modo de château francés, se alza una edificación entre señorial y acogedora, que invita a entrar y a perder la noción del tiempo. Una vez aquí, urge olvidarse del mundo y sumergirse en la historia. Y eso precisamente constituye su atractivo: nos encontramos en el corazón de La Ribera del Duero, pero incluso la cercana Peñafiel con su castillo se nos antoja lejana. La historia de Conde de San Cristóbal está unida a la de quien ostenta este
Legaris, una imponente pinacoteca Estratégicamente ubicada frente al castillo de Peñafiel y a las puertas del valle del Cuco, Legaris es como una imponente pinacoteca, en la que los cuadros constituyen el paisaje magnificado desde el interior. La visita a la bodega tiene más de lúdico que de didáctico y la verdad, se agradece. Hay paneles explicativos para quien tenga ganas de ilustrarse y además por libre. Los demás, a disfrutar de la compañía de Belén, del paisaje que ofrecen los ventanales de esta práctica bodega en forma de cruz, del jardín zen y sobre todo del wine bar. Una barra de bar