Campo Eliseo, un reducto francés en La Seca Unos acordes de guitarra española nos dan la bienvenida a la antigua casona de labranza del siglo XVII. Por un momento, creemos habernos equivocado de sitio. Pero nos cercioramos y sí, estamos en Campo Eliseo. Emmanuelle se encarga de atender a las visitas con un ritmo pausado y seguro, y con un precioso acento medio francés, medio argentino. Enseguida nos hace sentir como en casa y quisiéramos que la visita durara eternamente, alargar el momento de la cata en ese salón que invita a quedarse. Antes de disfrutar de ese ansiado momento, visitamos la nave de elaboración.
Vidal Soblechero, el Verdejo auténtico Llegamos a Vidal Soblechero, en la Seca, atraídas por las artes cetreras de Vidal. Queremos ver sus halcones sobrevolando los viñedos, pero lo que nos espera supera con creces nuestras expectativas: una clase práctica de viticultura. Junto a Vidal y su hermana Alicia, recorremos parte de las 42 hectáreas de majuelos (como gustan los secanos de llamar a los viñedos), repartidas por la Seca. Nos llevan derechas al Infierno o, si preferís, a Buenavista que con los dos nombres se conoce el pago: apenas media hectárea de canto rodado y de arena, plantada con la variedad Verdejo. Le siguen a éste más
Garciarevalo, inmersa en la Castilla rural Garciarévalo es de estas bodegas que cuanto más la conoces, más te gusta. Y no es por la bodega en sí, ni por el viñedo ni por el vino (que son de diez), ¡es por su gente!, ¡por simpática! Antonio y Manuela, que tanto montan. Y Reyes, la enóloga, entusiasta como pocas, que sin ser de la familia es como si lo fuera por las ganas que le pone. Y no me extraña, porque la dejan hacer y experimentar. Ole por una bodega familiar dinámica y atrevida. La bodega es coqueta y funcional. Se nota el trabajo de años y el
Montepedroso, una isla en la D.O. Rueda Definitivamente, la familia Martínez Bujanda tiene buen gusto, para los vinos y para las bodegas. Se intuye nada más enfilar el camino de la Morejona que lleva hasta la Finca Montepedroso, el nuevo proyecto que el grupo tiene en Rueda. Y se confirma al recibir la grata bienvenida que dispensa Belén a los visitantes. 25 hectáreas de viñedo rodean la bodega y la convierten en un remanso de paz a 750 m de altitud, en el que incluso algún zorrillo campa alegre a sus anchas. La naturaleza entra de lleno en la bodega gracias a una impresionante sala de catas acristalada que